viernes, 22 de marzo de 2013

Despertando a los niños con la naturaleza


¡Hola a todos!

Quería colaborar en este blog con una humilde aportación.

Desde niña he amado la naturaleza, he tenido un nexo especial con animales y plantas. Y es por eso, que mi vida ha girado en torno a este maravilloso mundo. Toda mi vida he crecido con un perro (o varios) a mi lado; nunca me he sentido sola gracias a ellos, siempre he podido gozar de su amor incondicional. Luego vino mi pasión por los árboles; estar sentada debajo de ellos me hacía sentir bien. Y las flores, transmitiéndome alegría.

Con los años la naturaleza me ha exigido un respeto y admiración. A base de observar las interrelaciones de este planeta, entre personas y animales; animales y plantas; plantas e insectos... he podido comprender que la vida es equilibrio, y que cualquier cosa es aplicable a esta ley natural, que a veces no tenemos en cuenta. No se trata de ser o tener más: se trata de ser y tener lo justo. Sólo de esta manera, no se altera el medio en el que vivimos. Ni a nosotros mismos.

La importancia de que los niños se acerquen a la naturaleza es una verdad indiscutible. Los niños necesitan observar el mundo que les rodea, necesitan tocar, oler, sentir, oír y saborear cada esquina de este hermoso mundo. Necesitan caerse, pincharse, asombrarse con el crecimiento de un árbol, necesitan vivir.

Los niños no deberían aprender el estrés que lleva un adulto, ni deberían sufrir las consecuencias de este mundo artificial que el humano ha creado. Ellos son niños y tienen que disfrutar antes de aprender todo eso, que ya les tocará. Tienen el derecho de ver un mundo más amplio, donde el humano no gobierna. Donde se establecen otro tipo de leyes o normas. Con esto no quiero decir, que todo lo que ocurre en la naturaleza sea maravilloso, o esté bien, simplemente es lo que es y a veces hay que aceptar cosas que no nos gustan.

En la naturaleza, siempre prima la supervivencia de las especies, y por tanto, también ocurren cosas, en ocasiones, que nos resultan desagradables. Es un hecho, por ejemplo, que la muerte para todos es traumática, pero si aprendes desde pequeño a aceptar las leyes naturales, eso aportará a tu vida madurez para afrontar lo que más tarde y ya como adulto tendrás que superar. Tú propia vida.

Alimentar los sueños de niños que aún no tienen conciencia ni razón, con productos artificiales, calles de hormigón y muñecos de peluche, simplemente parece un intento de proteger al niño frente a los agentes que pueden interferir en su vida. Pero proteger, no se le puede llamar a impedir al niño que desarrolle todas las aptitudes con las que nace preparado.

La naturaleza nos demuestra que una cría de jirafa puede mantenerse en pie casi minutos después de nacer, es un mecanismo de defensa que ha desarrollado esta especie para poder huir desde su primer día de vida. Nacen con ello, y aunque a lo largo de su vida aprenda o imite otras actitudes para sobrevivir, siempre habrá cosas innatas, dentro de la genética que facilite la existencia de los seres que habitamos el planeta.

Los alcornoques, desarrollan una corteza gruesa y aislante (el corcho), para protegerse de los incendios, mecanismo adquirido a base de años de evolución Otra estrategia es la que tiene el pino carrasco (Pinus halepensis), debido a su ubicación, zonas mediterráneas bastante áridas y con bastante probabilidades de incendios, no tira la piña, manteniéndola en el árbol cerrada y viéndose favorecida la apertura y la dispersión de las semillas con el paso del fuego. Y así, infinitos casos y ejemplos que podemos encontrar.

Creo, y  por eso esto es una opinión, que poco a poco hemos ido abandonando nuestro lado más natural. Hemos abandonado la idea de que somos animales, para cada día parecernos más a las máquinas que construimos. Queremos la perfección, y amigos, siento decirles que la perfección no existe. Y no existe, porque gozamos de tal biodiversidad, que lo perfecto es precisamente eso, que seamos muchos y variados. Porque perfecto es el mundo en el que vivimos, que nos proporciona el oxígeno para respirar, el agua que necesitamos beber y los alimentos que necesitamos para que nuestra máquina, perfecta y precisa, es decir, nuestro cuerpo, funcione correctamente. Y si nos faltan  estos factores, no hay vida.

Quiero acabar, continuando con el principio,  y es que bajo mi experiencia, toda mi vida crecí con animales, plantas y árboles. Mis padres me enseñaron el profundo respeto que hay que tener con ellos. Y ha sido años después, tras descubrir mi vocación, cuando me di cuenta de esto. La gran enseñanza que he recibido, lo importante que ha sido para mi vida posterior, cuándo recogíamos perritos de la calle; mi madre plantaba flores con tanto amor o se colaba un saltamontes en casa y se le dejaba hasta que él mismo decidía marcharse. Sin olvidar, por supuesto, las recompensas que se obtienen tras hacer estas pequeñas cosas, que marcan la diferencia.

Así que mi humilde aportación va dirigida a esos padres que quieren un mundo mejor y que quieren que sus hijos crezcan en el amor y el respeto de una vida pura. Nadie garantiza que un hijo no sufra, porque todo el mundo sufre de una manera o de otra. Pero, lo que si podemos hacer es enseñarles a usar herramientas que desarrollen sus habilidades para ser grandes personas en un futuro y tener la capacidad de aceptar y afrontar. Y para ello, lo mejor es dar ejemplo.

Mónica Sira Sánchez Ibáñez

1 comentario:

  1. Me encanta esta entrada, comparto todas y cada una de tus opiniones ya que mi relación con la naturaleza, las plantas y los animales ha sido muy similar desde niña. Si se crece con estos valores, se tiene la conciencia de la importancia de cuidar la naturaleza y el medio ambiente, la tierra es nuestro hogar y tenemos que aprender a quererlo y respetarlo desde la infancia.

    Un saludo.

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